Cada nación pasa por su propio y exclusivo proceso de desarrollo. La combinación de sectores y la trayectoria por la que la economía pasa (o no pasa) a través de estas etapas productivas [mejoras en la calidad y la cantidad de los factores], de innovación y de inversión, son reflejo de las circunstancias singulares que cada país tiene, con relación al “diamante”.
Porter (1990), expresa que el proceso de avance a través de estas etapas puede seguir diversos caminos, y que no existe una única progresión. Por lo que las empresas locales adquieren el reto de crear instrumentos competitivos que le proporcionen a sus productos el valor y la competitividad de acuerdo a los requerimientos de la globalización.
En un mundo globalizado, cada estado-nación requiere de un sector productivo más competitivo y sólido, para afrontar las exigencias que el entorno representa. La competitividad, en este sentido, es uno de los criterios básicos para el desarrollo local, regional y nacional de los países.