La razón que motiva el presente trabajo, es el intentar desarrollar un principio que todo jurista conoce y que en no menos de alguna ocasión lo habrá utilizado como un medio para justificar o para fundamentar una determinada relación jurídica, estamos hablando del llamado “principio de la autonomía de la voluntad”
No obstante, dicho principio se manifiesta día a día, en cada uno de los actos voluntarios que realizamos y que producen alguna consecuencia jurídica, ya sean de tal irrelevancia que la voluntad de los sujetos juegue un papel simple por la importancia del acto, lo que produce que nazcan y fenezcan casi simultáneamente (v. gr. El comprar un objeto en una tienda, el dejar en depósito nuestro automóvil, etc.) o ya se trate de actos en los que la voluntad tenga una función más participativa en el nacimiento del acto (v. gr. El celebrar un contrato de arrendamiento, un contrato innominado o el otorgar un testamento). En uno y otro caso entramos al campo de la actuación de la autonomía de la voluntad.