La obra que ahora se presenta es un compendio de formularios, leyes y recomendaciones que utilizaban los escribanos de la Nueva España a mediados del siglo XVIII, con el fin de tener los elementos suficientes para elaborar sus escrituras en forma adecuada.
En los antecedentes de notariado encontramos que al principio los notarios eran unos prácticos de la escritura, a quienes dependiendo del lugar y tiempo se les dieron diferentes nombres, a saber: en Grecia los mnemones y logographus o simbolographus; entre los hebreos los escribas; en Roma, Chartularius, notari, tabelión, en Bizancio, Tabularii.
Estos personajes requerían de conocimientos gramaticales que constituían un arte y una técnica, el ars notariae. Las características de juristas se fueron adquiriendo poco a poco, ya ha pasado el Medievo.
Sabido es que el siglo XIII en la Universidad de Bolonia, una de las más antiguas del mundo, entre las primeras cátedras que se instauran se encuentra la de ars notariae.
También son conocidos los nombres de los maestros de esta cátedra, Rolandino Passaggeri, Salatiel y Rainero de Perugia. El primero de ellos escribió la obra denominada La Aurora qué en su tiempo tuvo una gran divulgación, la cual es un formulario de actas y escrituras glosada con leyes y comentarios sobre el derecho aplicable.
Nota: Bicentenario del Colegio de Notarios de México 1792-1992.
Edición facsimilar.