He aquí la subyugante presencia de objetos diversos que hace cien años, en el último periodo del gobierno de Porfirio Diaz, buscaron celebrar, honrar, evocar y, queriéndolo o no, revivieron el movimiento de Independencia.
Estas bellas y únicas piezas son implacables. Los hombres y mujeres que las hicieron, soñaron, tocaron, vendieron, heredaron y coleccionaron, ya no están, pero ellas solas con su presencia muda refieren un sinnúmero de hechos y detalles de la vida cotidiana de todos esos seres que posaron sus manos y sus ojos sobre cada objeto, No son grandes ni reflejan prestigio; son perecederas y dramática- mente obsolescentes; es el abalorio popular. Los vecinos de la capital se apropiaron en este sentido de la cabeza original de la Victoria alada que corona la Columna de la Independencia, conocida popularmente como el Ángel de la Independencia, pues perteneció al más entrañable de los monumentos de la Ciudad de México. Los objetos que se muestran en esta exposición expresan que son ellos mismos polvo, pero el hombre también lo será; expresan también que, sin embargo, hubo una época, breve, en que fueron presente de manera abrumadora.
Rescatar estas piezas del pasado, confronta a quien las mire con una época, en que, como hoy, el ruido y las imágenes de la calle no deben, no pueden olvidarse. Testigos de cómo se preparaba México y su gobierno para celebrar el primer centenario del inicio del movimiento que culminó con la Independencia del país, estas joyas, armas, música, retratos, fotografías de edificios y uniformes son exhibidos gracias a la devoción de un grupo de coleccionistas que los preservó como amuletos para su disfrute y para construir con ellos diversas explicaciones del pasado.
Invitamos a que el lector observe con detenimiento los objetos para que cada quien haga sus descubrimientos en los innumerables detalles que contienen.
Nota: Coedición con: Secretaría de Cultura del Gobierno del Distrito Federal: Asociación de amigos del museo de arte popular.