En diferentes épocas y circunstancias, el hombre siempre ha luchado por la libertad y seguridad tanto psicológica como jurídica. Por alcanzar tales valores, millones de personas han ofrendado su vida y son también innumerables los testimonios escritos y discursos que sobre dichos, temas se han pronunciado.
Sin embargo, cuando se tratan estos asuntos que tanto preocupan a nuestra sociedad, u otros que la aquejan como la corrupción, la injusticia o el narcotráfico, por mencionar unos cuantos, se hace de una manera teórica e impersonal y difícilmente bajo una corrupción de los comerciantes, políticos, abogados, economistas, periodistas… pero no así de las actitudes personales del alumno que no estudia, del litigante que lleva a cabo juicios poco honestos o tendenciosos, del profesor que no asiste a clases, del tendero que altera los precios, del servidor público que exige gratificaciones, etc. Estas formas de pensar y de actuar me motivaron a la reflexión acerca de las obligaciones, responsabilidades y derechos de quienes tenemos el compromiso de enseñar y de aplicar las leyes, pues si consideramos que el ambiente en que vivimos es inseguro, justo, opresivo, inestable, nosotros los juristas estamos obligados a enfrentar, eficaz y honestamente el papel preponderante que nos ha tocado desarrollar en favor del restablecimiento del orden y la seguridad jurídica.
Por otro lado, durante mucho tiempo se ha dicho que nuestro problema no es de instituciones, sino de hombres, por lo que en esta obra pretendo recordar lo que son y lo que significan los deberes del abogado y por extensión del profesionista en general.