Los primeros grandes maestros del notariado, a través de su disciplina, dedicación y probidad, inspiraron a cientos de abogados que hoy son notarios en toda la república. El vasto anecdotario que precede a estos escribanos y a otros ilustres notarios es recordado por sus colaboradores, discípulos o allegados y ha sido documentado como parte de la amplia bibliografía jurídica mexicana. No obstante, a la par, el olvido ha dejado atrás las trayectorias de otros personajes que también hicieron grandes aportaciones, dieron ejemplos encomiables de dignidad y libraron arduas batallas, algunas veces contra el propio sistema al que pertenecieron o intentaron pertenecer.
La presente obra, con el propósito de subsanar esta carencia, da cuenta de tres historias que fueron rescatadas de los registros antiguos y de los recuerdos familiares. Tres historias de notarios dignas de contarse. Encabeza este breve repertorio, en orden cronológico, el relato revisado y actualizado de la vida notarial de Antonio Díaz Soto y Gama, férreo defensor del agrarismo en México.
La segunda de las historias presentadas ha sido extraída de las memorias inéditas del notario Francisco Vázquez Pérez, titular de la notaría 74 del entonces Distrito Federal desde 1939 hasta su fallecimiento, en 1979, las cuales constituyen un interesante panorama de las anécdotas, personajes y acontecimientos más importantes de la actividad notarial de la primera mitad del siglo XX.
Por último, y haciendo justicia a su memoria, se refiere la historia de María Angelina Domercq Balseca, una joven abogada poblana, egresada de la entonces Escuela Nacional de Jurisprudencia, quien, por encima del recalcitrante machismo de la década de 1940, contra toda autoridad, tribunal o sínodo, accedió al aspirantazgo.