En el Magisterio del Sumo Pontífice Juan Pablo 11, la libertad y la verdad son dos realidades que deben darse siempre juntas. Insiste el Romano Pontífice en múltiples ocasiones en la íntima unión que existe entre ambas y en la trascendencia jurídica que debe tener esa unión. Así, en la Encíclica Veritatitis Splendorr nos recuerda que “el derecho a la libertad religiosa y al respeto de la conciencia en su camino hacia la verdad es sentido cada vez más como fundamente de los derechos de la persona, considerados en su conjunto”.
La recta consideración de la libertad religiosa no puede separarse de la obligación que todo hombre tiende de buscar la verdad, pues en otra forma, la libertad es mal entendida y deriva hacia un libertinaje que termina por socavar los cimientos mismos de la convivencia humana con peligro de destruir la libertad de los demás hombres.
Si existe el derecho de ser respetados en el propio camino de búsqueda de la verdad, existe aún sin antes la obligación moral, grave para cada uno, de buscar la verdad y de seguirla una vez conocida, nos dice el Sumo Pontífice en la cíclica citada.
La libertad no puede entenderse como la autonomía absoluta que autorice al hombre hacer lo que quiera con independencia de la sujeción que debe tener a leyes objetivas externas y superiores al mismo hombre.