Este libro trata y analiza los deberes éticos del notario, del comportamiento moral que la ciudadanía espera de él. A través del tiempo y la historia la gente se ha formado una idea clara de la persona del notario, de su quehacer y de la necesidad de una actuación ética, eficiente y eficaz. El notariado se encuentra unido tan estrechamente a la moral, que no puede entenderse aquél sin ésta. Así lo reconocen la mayoría de los pueblos de tradición latina y todas las legislaciones notariales.
El notario fedatario primero escucha y aconseja a las partes respecto a lo que quieren hacer; redacta los instrumentos que reflejan su voluntad, los reviste de pleno valor probatorio; los lee y explica a las partes quienes lo firman; los conserva y reproduce. En una palabra, es el depositario de la confianza del particular. Por estas razones todos esperan de él las cualidades morales que tan delicada función merece.
Los accidentes y valores de cada época moldean el comportamiento humano. Ortega y Gasset decía que “el hombre es él y sus circunstancias”. En nuestra época, ha crecido la necesidad de mayor rapidez en las operaciones y negocios jurídicos. Ello ha obligado al notario a acelerar y simplificar el procesamiento y terminación de las escrituras. El precio de la eficiencia no debe ser la deshumanización de su actuación ni el menoscabo de lo más importante en la función notarial: aconsejar y asesorar personalmente y dar seguridad jurídica.
Los cambios que exige nuestra sociedad deben motivar a reflexión. Antes de evolucionar hay que identificar lo esencial, es decir, primero debemos saber cuál es el ser de la profesión notarial para después saber cuál es su deber ser y encauzarlo adecuadamente.
Los aspectos históricos, los valores, el quehacer y los deberes del notario, se analizan ampliamente en este libro, el que cuenta, además, con algunos códigos de conducta notariales.