Es un verdadero honor y privilegio compartir este espacio con distinguidos colegas como José Ángel Santiago Ábrego, presidente de la ANADE, Colegio de Abogados; con Jorge Sepúlveda, vicepresidente de la Barra Mexicana, Colegio de Abogados, un saludo a Ana María, que se recupere pronto; y estar compartiendo con cada una y cada uno de ustedes aquí presentes a quienes les extiendo mi más cordial saludo.
Mi inmensa gratitud para la Barra Mexicana de Abogados, la Asociación Nacional de Abogados de Empresa y el Colegio de Notarios de la Ciudad de México; gracias a su dedicación conmemoramos, como se merece, este Día de la Abogacía. Es un gusto estar aquí con ustedes.
En estos tiempos la importancia del Estado de Derecho resplandece con una luz particular: los abogados somos los pilares que sostienen este andamiaje y nos encontramos en un momento decisivo. Nuestra misión de defender el Derecho es más importante que nunca, especialmente ante los inminentes cambios en el Poder Judicial y la incertidumbre que los acompaña.
Aunque el camino a seguir no es del todo claro nuestra respuesta debe ser firme: actuar con fortaleza, ética y con un profundo compromiso con la profesionalización.
Ante el escenario actual es fundamental que preservemos los principios y valores intrínsecos de nuestra disciplina, así como nuestra valiosa tradición jurídica y el conocimiento acumulado.
En otras palabras, debemos resguardar aquello que ha demostrado funcionar, asegurando que los cimientos de nuestro sistema legal se mantengan sólidos frente a cualquier cambio.
El notariado por ejemplo actúa como un controlador de legalidad y un defensor de primera instancia, como bien reza el dicho: “notaría abierta, juzgado cerrado”.
Y es que nuestra labor garantiza la certeza jurídica y la prevención de litigios desde el origen de los actos blindando la voluntad de las partes y fortaleciendo el tejido de la sociedad.
De igual forma todos los abogados presentes en nuestros respectivos nichos, ya sean abogados de empresa, litigantes o cualquier otra especialidad tenemos el deber de hacer valer las cuestiones legales con un valor ético y un profundo respeto a la ley, esto es lo que verdaderamente fortalecerá al Derecho porque su preservación y evolución no son responsabilidad exclusiva de la judicatura sino de cada uno de nosotros desde cada uno de nuestros espacios.
En esta coyuntura donde la incertidumbre rodea los temas de justicia es vital entender que el Derecho no está intrínsicamente mal lo que debemos mirar y cuidar es su aplicación.
El desafío actual no es desechar la rica historia de nuestra disciplina sino repensarla con una mirada crítica y proactiva; buscando soluciones que respondan a las realidades de nuestros tiempos.
En este sentido me gustaría hacer un llamado a que todos nos profesionalicemos más. Quienes recorremos esta senda, en este preciso momento de cambio para nuestro país, compartimos la necesidad de un enorme compromiso: la voluntad de ampliar y profundizar nuestra profesionalización pues ante la Reforma Judicial y las reconfiguraciones constitucionales el desafío no recae únicamente en las nuevas generaciones, es ante todo nuestro.
Es, para quienes hemos vivido el Derecho, y del Derecho, tiempo de demostrar que la abogacía no se limita a ser una profesión de certeza, sino que es y debe ser un poderoso motor de transformación social. Un baluarte frente a cualquier embate a la seguridad jurídica y a la justicia.
Ha llegado la hora de autoexigirnos, de manera urgente e inaplazable la ampliación y extensión de nuestro profesionalismo; nuestra capacidad de interpretación, adaptación y defensa rigurosa de los principios constitucionales será más decisiva que nunca.
La confianza de nuestra sociedad en la justicia y en nosotros como sus más leales guardianes depende enteramente de ello, ¿acaso no es ello lo que esta mañana nos convoca? A seguir trabajando juntos por la justicia y el Derecho.
¡Feliz Día del Abogado! Muchas gracias.